En estos días donde a los guarros habituales se les añaden
otros guarros foráneos (y uso el genérico masculino pero también afecta a las
féminas), pasear por determinados sitios se convierte en una carrera de
obstáculos. Y no creo que sea por falta de limpieza, sino por exceso de mala
educación.
Como propietario de un perro (perra), se que a veces resulta
incómodo recoger sus excrementos (no entremos en detalles), pero lo considero
una parte de mis responsabilidades, como vacunarla, alimentarla y jugar con
ella. Incluso le he pasado ese sentimiento a mi hijo para que lo haga cuando
sea él quien la pasee o esté con ella.
Hay ordenanzas que regulan el tema, hay campañas de
concienciación, hay cartelitos que avisan… pero aún así hay más gente pasota. Y
los que vienen de fuera, con el tema de que no los conoce nadie y están de
desahogo, a veces son peores.
Si ya resulta desagradable el olor a pis en muchas esquinas
y farolas, ¿Qué pensarán, quienes no tienen mascota, de esta “decoración”
urbana?
Hace tiempo pensé sobre el tema: ¿no sería de lógica que los
propietarios de mascotas tuviéramos que pagar un impuesto por la limpieza
pública extra que implica el pasear nuestros animales por calles y plazas? No
es la solución. Si hay gente que no vacuna a sus animales, y se escaquean de
otros impuestos, éste no iba a ser menos. Por no hablar del que usaría el “como
ya lo estoy pagando” para dejar de recoger los excrementos. No termino de
verlo, pero si tendría su lógica.
Posdata: Perdón por generalizar, se que no todos los
visitantes dueños de mascotas son guarros y los vecinos unos limpios; ni unos más guarros/limpios que otros. Es una
forma de resumir el escrito.
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