Siempre dije que el mantenerse, en una situación o estatus,
es una forma de auto-engaño para no reconocer que vamos bajando, decreciendo,
dentro de una sociedad que continuamente va mejorando o superándose. En
profesiones evolutivas, como la Informática, Medicina y otras, es algo obvio.
Pasa en nuestra sociedad, o al menos en nuestro amplio
entorno, que parece que estamos en una fase donde las generaciones son “más
pasotas” o menos luchadoras que anteriormente. Si, si encontramos algo que no
nos gusta, enviamos mil mensajes o fotos por las redes que… se quedan en las
redes. Tenemos, lo que algunos han llamado, “el cabreo del bar”: nos indigna
algo, protestamos por las redes, en casa o con los conocidos, y ahí acaba la
cosa. En general, somos de presentar pocas reclamaciones y pedir pocas
explicaciones a quienes tienen que darlas y por los medios oficiales. Eso si,
empezamos a tener la piel de cristal y a sentirnos ofendidos cada vez por cosas
más nimias, pero eso será tema de otro escrito.
Viene el tema porque, de debate con algunos conocidos, se
plantean preguntas del tipo “¿Hacia dónde va Nerja? ¿Qué turismo tenemos y qué
hacemos por tener unos mejor?” y parecidas. En algún momento, cuándo se
empiezan a concretar ideas, aparece la necesidad de cambios reales, de cosas
que nos afectan: que si cambiar una calle de sentido, que si cerrar el paso
aquí o allí, que si limitar tal tipo de empresas y fomentar otras… Y también
empiezan a aparecer nombres y apellidos: si se cambia tal cosa, el comercio de
tal primo resultaría afectado; si se limita esto, tal conocido tendría que
cerrar su negocio porque son incompatibles, etc.
¿Hasta dónde somos capaces de iniciar cambios cuándo sabemos
que tenemos afectados muy cerca?
Para el vecino o vecina común, no hay dilema. No somos
responsables directos de estas decisiones y siempre podremos “cabrearnos” con
el político de turno. Pero es ahí dónde está el problema: nos queremos quitar de nuestras responsabilidades y el político de turno
está ahí cuatro años, a veces, hasta menos. Y pasado ese tiempo querrá volver a
salir de concejal o, cuanto menos, que lo sigan saludando por la calle. Y
entonces tiene que decidir si hace esos cambios, si inicia unas mejoras que es
posible que tarden en hacer efecto, o si prefiere seguir de amigachos con los
vecinos y no tener demasiados problemas tras las siguientes elecciones.
Cuándo se tiene un mal gobernante, cuatro años de mandato
son una eternidad. Pero cuándo se quieren hacer las cosas bien, hay proyectos y
cambios que no se realizan en un periodo tan corto. El tema encuentra una
solución fácil: que los proyectos ambiciosos sean cosa del pueblo, que sean
“proyectos estratégicos” de manera que esté el partido que esté en el gobierno,
se mantenga e impulse durante el tiempo que sea necesario. Hoy en día, esta
solución parece una quimera. Tenemos políticos cortoplacistas y la sociedad no
quiere ninguna molestia. ¡Si hasta por una obra pública corta, de arreglar una
calle o un puente, empezamos a protestar desde el primer día!
Creo que nosotros, los vecinos de Nerja y Maro, tenemos
pendiente la gran tarea de aprender a ser renovadores y luchar por un futuro
mejor, a soportar esos cambios, a aguantar un poco las primeras incomodidades y
a orientarnos por lo que deseamos. Si no, seguiremos recibiendo una cuota cada
vez menor de visitantes, se simplificará el tejido empresarial local y
seguiremos protestando en la barra del bar.
Pero, ¿queremos cambiar? Suponiendo que nos presenten un
proyecto ilusionador, ¿seremos capaces algunos de sacrificarnos a nivel
personal para que el pueblo mejore? De quién no tiene nada, podría esperar una
afirmación; de quién está ganando mucho con la actual situación, no.
Hemos tenido un ejemplo hace poco. La “burbuja del ladrillo”
ha hinchado algunos bolsillos, ha hecho creer que podían tener lo que quisieran
a otros; y ha terminado siendo una de las causas de la mayor crisis económica y
de valores desde hace mucho tiempo. Y, sin embargo, algunos hacen tabla rasa de
un pasado tan presente y promueven que se vuelva a la “política del pelotazo y
el ladrillo”. ¿Pensamos en una sociedad mejor, o en mi bolsillo?
Ideas para una Nerja mejor hay muchas, incluso sin necesidad
de ser originales, pero la mayoría de ellas necesitan de cambios, de perjudicar
a algunos a corto plazo para que todos ganemos a medio y largo. Necesitan que
sepamos empujar y molestarnos un poco para que tengamos el fruto que deseamos.
Por poner un ejemplo, recuerdo de chico que en el cruce de
Torrox con la N340 en Torrox-Costa (Conejito, para los más mayores) siempre
hubo pequeños accidentes. Con los primeros tramos de autovía, la cosa empeoró
hasta que empezó a haber muertos. Tras un accidente mortal de un vecino, todo
el pueblo de Torrox bajó hasta el cruce y cortó la carretera, pidiendo un
semáforo o algo que regulara el tráfico. La noticia abrió noticieros y no
tardaron ni dos días en dar una solución.
¿Hasta cuándo vas a aguantar que Nerja no tenga depuradora y
ni siquiera se sepa cuándo la va a tener? ¿Lo solucionamos con un cafetito en
la sobremesa?
Comentarios
Publicar un comentario