La ilusión y el placer de descubrir pequeñas cosas.

Empiezo comentando una anécdota que me presencié hace poco. Una señora de edad avanzada buscaba una bolsita o lote de conchas y caracolas marinas, “que sean bonitas pero sencillas”. Hasta aquí todo habitual. Pero lo que se me ha quedado en la memoria fue la apostilla: “quiero llegar primera a la playa, escoger el sitio y enterrarle las caracolas, para que, luego, mi nieta escarbe y las descubra”. 
No presencié la escena pero me imagino la cara de ilusión de su pequeña, “descubriendo” maravillosas conchas y restos marinos alrededor de su abuela.

Si lo pensamos, es un maravilloso ritual al que muchos adultos hemos renunciado. Los pequeños, en cumpleaños o Reyes, cuándo todavía tienen envoltura los regalos, disfrutan del momento de la sorpresa. O cuando, siendo joven, te “roba” un beso tu persona querida. Esa sensación de sorpresa, por algo bueno, es difícil de explicar con palabras. Y, volviendo a la anécdota, esta sensación es mayor cuando lo haces por ti, cuándo los has conseguido tú; cuando tú has hecho el "descubrimiento".

Pero no lo dejes ahí. ¿Eres de descubrir nuevos paisajes o te limitas a ir de la casa al trabajo? ¿Dejas que tu paladar descubra nuevos sabores o eres de los que visitan las distintas sucursales del Burger King “porque en cada país preparan platos diferentes”? (me lo han dicho de verdad).
En ese aspecto, y de fácil manera, yo disfruto descubriendo experiencias visuales. Como aficionado a la fotografía, disfruto de la que suben a Internet algunos conocidos. De viejos conocidos rincones, me descubren nuevas sensaciones. ¿O no te has sorprendido nunca maravillado ante una nueva fotografía del Paseo desde un punto de vista diferente?


Despertar un conocimiento, un hecho o un objeto, pasarlo del anonimato o escondite al saber o la luz, es una sensación que no debiéramos perder nunca.

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